martes, 30 de abril de 2013
Miedo a lo Desconocido
La cara de la chica está sacada de otro dibujo que encontré en internet. No es tan bueno como el original, pero ha quedado bastante bien, sobretodo el pelo y las lágrimas.
Expresa la tristeza que siente la joven, algo desagradable y doloroso que ha pasado en su entorno, algo que escapa a su propio control. También expresa la impotencia que ello conlleva, al ver que algo pasa y no poder hacer nada por solucionarlo.
domingo, 14 de abril de 2013
Ojo Llorando
No se ve del todo bien, la foto está sacada con la cámara del móvil y no tiene toda la calidad que hubiera querido. Aun así se observa bien el contraste de la lágrima que cae del ojo.
viernes, 12 de abril de 2013
Relato Corto 1. (Fragmento)
(...)Sus dedos rozaron con suavidad la cicatriz que recorría el costado derecho de aquel chico, deteniéndose en cada curva que hacía en la piel, sintiendo el daño que le hacía el tan solo tenerla ahí. Su mano se deslizó hasta posarse sobre su ombligo, mientras su otra mano acariciaba los dedos finos y la fuerte mano del joven.
Subió por su brazo, siguiendo la forma que marcaban las venas hasta el codo. La dureza de su cuerpo contrastaba con la suavidad de su ser, pero aunque el ni el mismo se diera cuenta, era infinitamente más fuerte por dentro que cualquier persona común, por sonreír cuando todo se volvió en su contra, por aguantar de pie cuando todo en su mundo se desmoronó...
Su mano llegó al cuello, sus dedos se perdieron entre su corto pelo, disfrutando de su suavidad, acariciando su oscuro cabello que contrastaba con su pálida piel.
Le miró a los ojos mientras lo hacía (...) Le devolvió una mirada acuosa, más de lo que recordaba, más de lo normal en aquellos días tan duros.
Quitó la mano de su ombligo y la echó al cuello, abrazándolo fuertemente, aprovechando cada segundo que durase el abrazo, como si el joven se fuese a desvanecer convertido en aire en cualquier momento. Le correspondió al abrazo. Apoyando la cabeza sobre su hombro, cerró los ojos sintiendo su respiración entrecortada, y el fresco olor de su pelo castaño.
(...)Al volver a abrir los ojos, se tornaron como pura agua, reflejando los rayos de luz que entraban por la ventana desperdigándose por toda a habitación, perdiéndose entre los objetos, descubriendo sus formas en suaves sombras proyectadas sobre las paredes. Al volver a abrir los ojos bañados en agua, descendió de ellos una fina y cristalina lágrima, que descendió por su mejilla, rozando la comisura de sus labios, por la barbilla hasta caer sobre el hombro en el que se apoyaba, que apenas pareció notarlo (...)
Este relato se lo dedicó a una persona muy especial en mi vida, un buen amigo mio, que aunque hace apenas un año que nos conocemos, se ha ganado un lugar muy especial en mi corazón. Ha sido la primera persona que ha logrado conocerme del todo, incluso cuando yo ni siquiera sabía quien era, quien me ayudo a reconocerme a mi mismo y quien me enseño que aunque solo me fijaba en lo que odiaba de mi, me enseño a ver todo lo bueno que tenía. Este relato va por él, que no pasa su mejor momento y a quien espero que sepa que puede contar conmigo siempre que necesite a alguien en quien confiar. B.I.D.
Subió por su brazo, siguiendo la forma que marcaban las venas hasta el codo. La dureza de su cuerpo contrastaba con la suavidad de su ser, pero aunque el ni el mismo se diera cuenta, era infinitamente más fuerte por dentro que cualquier persona común, por sonreír cuando todo se volvió en su contra, por aguantar de pie cuando todo en su mundo se desmoronó...
Su mano llegó al cuello, sus dedos se perdieron entre su corto pelo, disfrutando de su suavidad, acariciando su oscuro cabello que contrastaba con su pálida piel.
Le miró a los ojos mientras lo hacía (...) Le devolvió una mirada acuosa, más de lo que recordaba, más de lo normal en aquellos días tan duros.
Quitó la mano de su ombligo y la echó al cuello, abrazándolo fuertemente, aprovechando cada segundo que durase el abrazo, como si el joven se fuese a desvanecer convertido en aire en cualquier momento. Le correspondió al abrazo. Apoyando la cabeza sobre su hombro, cerró los ojos sintiendo su respiración entrecortada, y el fresco olor de su pelo castaño.
(...)Al volver a abrir los ojos, se tornaron como pura agua, reflejando los rayos de luz que entraban por la ventana desperdigándose por toda a habitación, perdiéndose entre los objetos, descubriendo sus formas en suaves sombras proyectadas sobre las paredes. Al volver a abrir los ojos bañados en agua, descendió de ellos una fina y cristalina lágrima, que descendió por su mejilla, rozando la comisura de sus labios, por la barbilla hasta caer sobre el hombro en el que se apoyaba, que apenas pareció notarlo (...)
Este relato se lo dedicó a una persona muy especial en mi vida, un buen amigo mio, que aunque hace apenas un año que nos conocemos, se ha ganado un lugar muy especial en mi corazón. Ha sido la primera persona que ha logrado conocerme del todo, incluso cuando yo ni siquiera sabía quien era, quien me ayudo a reconocerme a mi mismo y quien me enseño que aunque solo me fijaba en lo que odiaba de mi, me enseño a ver todo lo bueno que tenía. Este relato va por él, que no pasa su mejor momento y a quien espero que sepa que puede contar conmigo siempre que necesite a alguien en quien confiar. B.I.D.
domingo, 7 de abril de 2013
Capitulo 1: Ruth
El sol se colaba entre las hojas de los altos árboles, proyectando sombras sobre la fría y majestuosa pared de piedra.
La suave brisa mecía las ramas produciendo un envolvente sonido.
En mitad del claro, se alzaba imponente el enorme monumento de roca, ya viejo y abandonado. La piedra desgastada y algunos muros y tejados desmoronados, recordaban a que en un pasado lejano brillaron elegantes y llenos de vida. Un castillo digno de reyes, altas torres y enormes salones, largos pasillos y coloridas vidrieras, ahora rotas y desperdigadas por todas partes.
En una de salas más altas de una torre, por el hueco de la ventana, se colaba un fino viento, que le revolvia ligeramente el oscuro cabello y la hoja de papel que sostenía en sus manos sobre un cuaderno desgastado. En sus ojos marrones, resaltaban pequeños pigmentos verdes, de un color tan profundo como el de los exuberantes árboles y plantas que rodeaban el castillo y formaban el bosque.
Miraba pensativa la hoja sobre la que solo había escrito unos cuantos trazos, el bolígrafo se movía nerviosamente entre sus dedos. Odiaba no saber que escribir ni tener inspiración.
Miró una vez más al exterior, le encantaba estar en aquel lugar, en aquel bosque, en ese castillo, ya sea recorriendo sus innumerables habitaciones y laberínticos pasillos o ahí sentada en el alfeizar de la ventana, mirando el exterior, escribiendo, dibujando, o simplemente estando sola para pensar. Su vista quedaba justo a la altura de la copa de los árboles, veía pájaros entrando y saliendo de ellos, escuchaba sus cantos, suaves y continuos, tan relajados y tranquilizadores, que la alejaban cada vez mas del ajetreado mundo en el que vivía.
Su rostro, un poco moreno por el sol, esbozó una pequeña sonrisa. Volvió su mirada a la hoja en blanco que seguía sosteniendo en sus manos y esa sonrisa se borró de sus labios. Cerró el cuaderno sobre el que se apoyaba con enfado, encerrando el papel en su interior. Se bajo de la ventana con un ágil salto, sus pies al tocar el suelo levantaron un poco del polvo acumulado durante décadas Iba vestida con unos pantalones largos vaqueros, de un azul oscuro, una camiseta de tirantes y unas botas negras, que al chocar contra el suelo resonaban por todo el salón de piedra y levantaban un fino viento, que movía las hojas secas allí tiradas, que en el centro de la sala destaparon un pequeño grabado ya desgastado e ininteligible.
Avanzó hasta el umbral de piedra de la puerta en forma de arco, allí posó una mano sobre uno e los goznes de hierro forjado y oxidado, que antaño sostuvieron una enorme puerta de madera, echó un último vistazo a la sala, el sol ya algo anaranjado se colaba por el hueco de la ventana y se proyectaba sobre aquella inscripción del suelo.
Se volvió y se dispuso a bajar por la escalera de piedra, que pegada a la pared se enroscaba en forma de caracol por toda la torre.
Bajaba con cuidado de no tropezar, como le había pasado tantas veces, con alguno de los trozos de la barandilla rota y desperdigada por allí.
Una vez fuera, con su preciado cuaderno bajo el brazo, un suave y fresco viento la recibió, su rostro sereno no aparentaba tener más de 19 años, aunque en realidad tuviera 17.
Metió una mano en el bolsillo de su pantalón y miró la hora en la pantalla de su móvil, la pantalla táctil se iluminó mostrando las ocho y media de la tarde, ya llegaba tarde a reunirse con sus amigos, ya no había manera de remediarlo, buscó en la lista de sus contactos hasta encontrar el nombre de Kira, tecleó rápidamente un mensaje y se dispuso a recorrer tranquilamente el camino para salir del bosque.
El sol apunto de ocultarse detrás de las montañas, teñía las nubes y el cielo de un profundo color rojizo, mientras la noche y algunas estrellas empezaban a aparecer por el horizonte, trayendo consigo la oscuridad y el silencio de la fría noche.
La suave brisa mecía las ramas produciendo un envolvente sonido.
En mitad del claro, se alzaba imponente el enorme monumento de roca, ya viejo y abandonado. La piedra desgastada y algunos muros y tejados desmoronados, recordaban a que en un pasado lejano brillaron elegantes y llenos de vida. Un castillo digno de reyes, altas torres y enormes salones, largos pasillos y coloridas vidrieras, ahora rotas y desperdigadas por todas partes.
En una de salas más altas de una torre, por el hueco de la ventana, se colaba un fino viento, que le revolvia ligeramente el oscuro cabello y la hoja de papel que sostenía en sus manos sobre un cuaderno desgastado. En sus ojos marrones, resaltaban pequeños pigmentos verdes, de un color tan profundo como el de los exuberantes árboles y plantas que rodeaban el castillo y formaban el bosque.
Miraba pensativa la hoja sobre la que solo había escrito unos cuantos trazos, el bolígrafo se movía nerviosamente entre sus dedos. Odiaba no saber que escribir ni tener inspiración.
Miró una vez más al exterior, le encantaba estar en aquel lugar, en aquel bosque, en ese castillo, ya sea recorriendo sus innumerables habitaciones y laberínticos pasillos o ahí sentada en el alfeizar de la ventana, mirando el exterior, escribiendo, dibujando, o simplemente estando sola para pensar. Su vista quedaba justo a la altura de la copa de los árboles, veía pájaros entrando y saliendo de ellos, escuchaba sus cantos, suaves y continuos, tan relajados y tranquilizadores, que la alejaban cada vez mas del ajetreado mundo en el que vivía.
Su rostro, un poco moreno por el sol, esbozó una pequeña sonrisa. Volvió su mirada a la hoja en blanco que seguía sosteniendo en sus manos y esa sonrisa se borró de sus labios. Cerró el cuaderno sobre el que se apoyaba con enfado, encerrando el papel en su interior. Se bajo de la ventana con un ágil salto, sus pies al tocar el suelo levantaron un poco del polvo acumulado durante décadas Iba vestida con unos pantalones largos vaqueros, de un azul oscuro, una camiseta de tirantes y unas botas negras, que al chocar contra el suelo resonaban por todo el salón de piedra y levantaban un fino viento, que movía las hojas secas allí tiradas, que en el centro de la sala destaparon un pequeño grabado ya desgastado e ininteligible.
Avanzó hasta el umbral de piedra de la puerta en forma de arco, allí posó una mano sobre uno e los goznes de hierro forjado y oxidado, que antaño sostuvieron una enorme puerta de madera, echó un último vistazo a la sala, el sol ya algo anaranjado se colaba por el hueco de la ventana y se proyectaba sobre aquella inscripción del suelo.
Se volvió y se dispuso a bajar por la escalera de piedra, que pegada a la pared se enroscaba en forma de caracol por toda la torre.
Bajaba con cuidado de no tropezar, como le había pasado tantas veces, con alguno de los trozos de la barandilla rota y desperdigada por allí.
Una vez fuera, con su preciado cuaderno bajo el brazo, un suave y fresco viento la recibió, su rostro sereno no aparentaba tener más de 19 años, aunque en realidad tuviera 17.
Metió una mano en el bolsillo de su pantalón y miró la hora en la pantalla de su móvil, la pantalla táctil se iluminó mostrando las ocho y media de la tarde, ya llegaba tarde a reunirse con sus amigos, ya no había manera de remediarlo, buscó en la lista de sus contactos hasta encontrar el nombre de Kira, tecleó rápidamente un mensaje y se dispuso a recorrer tranquilamente el camino para salir del bosque.
El sol apunto de ocultarse detrás de las montañas, teñía las nubes y el cielo de un profundo color rojizo, mientras la noche y algunas estrellas empezaban a aparecer por el horizonte, trayendo consigo la oscuridad y el silencio de la fría noche.
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